LA FIGURA HUMANA DE DON FERMÍN - 7/10/1978 MARTÍNEZ GÓMEZ-GORDO


Don Fermín Santos no permanece mucho tiempo en ningún sitio y está en todas partes, dada su inquieta vivacidad. Así como es un espíritu en vibración eterna, como señalara Prados López, su cuerpo es un corcel desenfrenado que ha encontrado el movimiento continuo. Pero entra siempre en los lugares públicos silencioso y de puntillas: para no molestar. Él, que podría pisar fuerte por su gran personalidad y por el afecto que aquí se le tiene, viene siempre con afable humildad franciscana -aquellos ademanes de fraile limosnero que yo hace años señalaba- como cara opuesta a su grandeza artística y creadora. ¡Qué bien nos lo pinta el Dr. Martínez Falero, al señalarnos que es un hombre cabal, de una gran delicadeza, sensibilidad y respeto por el semejante, y que dentro de su timidez, se alberga una inusitada elegancia espiritual, esmaltada con la generosidad propia del caballero alcarreño, que contrasta con las privaciones en su infancia y juventud, como él mismo nos cuenta!

Y va siempre provisto de media docena de rotuladores negros con los que pinta y pinta figuras humanas que halla a su paso. Y las pinta en los papeles que encuentra más a mano: en una página del periódico o de la revista que lee en aquel momento, o, si la idea le viene en la duermevela de la madrugada, salta como un poseso a plasmarla en el acopio de viejas revistas que siempre tiene a su alcance. "Capto así -nos dice- imágenes, gestos o posturas ‘vírgenes' que surgen explosivamente en la cantera inagotable de mi imaginación." Y pinta así, porque es un artista ‘libre', que saborea su libertad, que no tolera encasillamientos de estilos, y lo hace como expresión de juvenil rebeldía. Sin embargo, su preocupación social es indudable; ya el Dr. Juderías dijo de su arte que estaba inspirada en una filosofía y una poética auténticamente barojiana: yo diría que entre las penumbras de sus sugerencias sociales bulle una masa humana marcada por la tragicomedia de nuestra vida.

[...] ‘Pintor raro', le llamó Campoy; ‘pintor social', le llamo yo; ‘pintor de Madrid', le llamó Campoy, ‘pintor de Sigüenza' o a lo sumo ‘de Castilla', le llamé yo. Porque Fermín Santos nació en Gualda, se crió en Madrid y maduró en Sigüenza, su Sigüenza; esa Sigüenza episcopal que él ha recreado, como señalaba Monje Ciruelo.
Visitar su campo abierto de trabajo, en la penumbra de su patizuelo donde una pequeña fuente invita a beber a los gorriones, sus amigos, en el estudio de la calle de San Roque, es vivir unas horas en un ambiente irreal. Es soñar y emocionarse con él. Su fiel esposa, Tomasa, nos espía, como entre telones, en su afán de servirle con arrobo. Falta, por desgracia, la compañía de su perrita Esmeralda [...] que sabía guardar como nadie los cuadros que Fermín sacaba al sol de la calle, pringosos aún de aceites y aguarrás [...]

Allí, en el patio, sobre un par de caballetes o sencillamente apoyados contra la pared, junto a troncas diabólicas que algún día nos tallará nuestro Fermín, se nos ofrecen las enigmáticas y misteriosas manchas que poco a poco se convertirán, sugerentes, en una obra maestra. Con frecuencia, se trata de un lienzo que fue con anterioridad paleta mezcladora de pinturas, con negros goterones, huella de un trabajo arbitrario de sol a sol. A sus pies, docenas de pinceles ruedan por el suelo mezclados con múltiples espátulas. Cuando hace falta luz del día, pasa a pintar a su rincón de los dibujos de tinta china, que realiza por docenas, incluso en sus horas de insomnio - ¿duerme alguna vez Fermín?-, y en un taburete lacado en blanco rutilo, se desparraman cientos de palillos mondadientes y media docena de frascos de tinta china; hay palillos mordidos, rasgados, doblados, retorcidos, afilados, y tres cajas más de mil palillos, para que su arte no se agote por falta de armas de trabajo. Su casa-estudio de San Roque es como una caja de Pandora: allí se puede encontrar de todo. Por el suelo, montones de libros, docenas de maletas numeradas, cientos de cuadros pintados y enmarcados; hay libros de arte por todos los rincones junto a revistas y recortes de periódicos que hablan de su pintura.


Y todos los críticos hablan con cariño de él. Hablan de su arte personalísimo; que si ‘tremendismo', que si ‘expresionismo'... pero Fermín no se deja atrapar. No se encasilla. Unos le llaman genio, otros maestro, muchos epígono de Goya, de Alenza, de Esplandiú, o de Solana... pero sospecho que muy pocos lo conocen en su intimidad con la profundidad con que yo lo conozco o creo conocerlo. Y lo palpo, le inquiero permanentemente sus porqués; le doy explicaciones de sus cambiantes estilos; [...] le valgo de espejo, a la manera psicoanalítica para que se conozca a sí mismo, y le sonsaco poco a poco toda su profunda ternura. Me asombra y me infunde también un respeto imponente ese Fermín que nunca habla, silencioso, que quiere o sabe escuchar, pero que tiene un interior volcánico que tal vez necesita de la válvula de escape de esos minutos contados que habla conmigo, y que son minutos que robo de su arte inconfundible; porque todo cuanto él quiere comunicarnos, nos lo expresa en sus cuadros. ¡Qué gran personalidad ferminiana nos acompaña en nuestra ciudad del Doncel!


Juan Antonio Martínez Gómez-Gordo
Cronista Oficial y Alcalde de Sigüenza
(Nueva Alcarria, 7 octubre de 1978)
Extraído de la Fundación Martinez Gómez-Gordo.

HOMENAJE A DON FERMÍN SANTOS EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO. 2009


El pasado sábado 7 de noviembre se celebró la ceremonia de entrega de premios de la XII Edición del Premio Fermín Santos de Pintura. El premio especial recayó en Julio Gómez Mena por su obra "Paisaje Urbano". Durante la presentación de este acto la Fundación Martínez Gómez-Gordo participó en el homenaje que se le dedicó al pintor por coincidir este año con el centenario de su nacimiento, leyendo este emotivo artículo escrito Juan Antonio Martínez Gómez-Gordo en los años 70.

Después de este acto, en la Ermita de San Roque y en la Casa del Doncel se inauguraron quedaban inauguradas las exposiciones con los cuadros premiados y con algunos otros más seleccionados por el jurado, así como con parte de los fondos municipales disponibles de obra del "trío del color" seguntino. A los cuadros de titularidad municipal se han añadido otros cedidos para la ocasión por particulares.

FERMÍN SANTOS, PINTOR DE SIGÜENZA - 1998

Fermín Santos Alcalde, nacido el 18 de agosto de 1909 en Gualda (Guadalajara), está considerado en la magnífica obra de Campoy como uno de los Cien Maestros de la Pintura contemporánea. Arribó a Madrid contando 5 años y con 6 años asistió al Colegio de San Rafael, cercano a la Estación de "las pulgas" donde ya mostró si incipiente afición al dibujo; con 9 años ayudaba a su padre en su pequeña industria de jarabes y dulcerías; soportando una dura y nada alegre infancia, por lo que él mismo afirma: "Mis ojos tuvieron que ver el mundo de una manera muy distinta a los demás niños". Su temprana afición a la pintura, le lleva a ingresar primero en la Escuela de Artes y Oficios de la calle de la Palma, con el maestro Marcelino Santamaría; más tarde queda huérfano de padre a los 17 años, y ha de ayudar a su familia. Pasa los años de la Guerra Civil en Levante donde actúa de profesor de algunos pequeños lugares libre como estaba del servicio militar por hijo de viuda, casándose muy pronto, y ha de espera hasta 1940, con más de treinta años de edad, para la carrera en la Escuela Superior de Pintura de San Fernando de Madrid, que consigue con gran esfuerzo y con brillantez, estando entre los catorce elegidos de los ochenta opositores. Tiene allí como maestros a Ramón Zaragoza, a Vázquez Díaz, a Eduardo Chicharro... Vázquez Díaz, uno de sus profesores, conocedor de su penuria económica, le ayuda para obtener una beca de la Excma. Diputación de Guadalajara, que también consigue tras reñidas oposiciones, y finaliza su carrera con unos estudios que todos los profesores reconocen como brillantes, consiguiendo el premio Vázquez Díaz y matrícula de Honor.

En los años 1942 y 1946, el matrimonio Santos-Viana tiene dos hijos varones, que como el padre, tienen la misma pasión por la pintura, y muy pronto conforman ese "tío de color" con que yo les califiqué, que honran a Sigüenza. Fermín Santos, es su eterno aprendizaje, sería maestro de sus hijos sólo en la pasión por la pintura, y amorosamente observa cómo le imitan, sobre todo en su laboriosidad y tenacidad, ya que, como él mismo afirma "no es maestro quien no sabe ser discípulo toda la vida".
Con una laboriosidad sin límites, que caracteriza toda su actividad artística, pinta cientos de cuadros, acude a diversidad de certámenes y va obteniendo uno tras otros, premios, medallas y sobre todo el aprecio y la atención de los críticos de Arte. Son numerosos los premios y galardones recibidos en su vida; recordemos por ejemplo su Primera Medalla de Oro en el Salón de Otoño, 1981 y la Medalla de plata finalista del concurso Círculo de Bellas Artes

La ciudad de Sigüenza le tributó un temprano y primer homenaje al nombrarle Socio de Honor de la Asociación Cultural "Amigos de Sigüenza" y de su "Centro de Estudios Seguntinos", del cual era miembro de número, y a continuación ya de carácter oficial, se le concede, en 1975, el nombramiento de Cronista Artístico Oficial de Sigüenza, por el pleno corporativo, a mi petición, como Teniente Alcalde y Cronista de Sigüenza. Un año más tarde, también a mi petición, el Excmo. Ayuntamiento de Sigüenza, le rinde un gran homenaje con motivo de la entrega del pergamino de nombramiento de Hijo Adoptivo de Sigüenza, con Insignia de oro, el 26 de agosto de 1976, con una Cena-Homenaje, que constituyó un éxito clamoroso de admiradores de su obra.
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que su patria chica y su ciudad de adopción, Sigüenza, sin aguardar a homenajes póstumos, a los que los españoles estamos acostumbrados, rindió justo homenaje a su Arte singular en su justo momento de mayor reconocimiento público de su obra. Sin duda alguna, un verdadero homenaje constituyó su sepelio en la iglesia de la residencia "Padre López Novoa", el día 30 de noviembre de 1997, con la presencia de todas las autoridades provinciales y locales, todos los ex-alcaldes seguntinos, que, gracias a Dios, aún vivimos, el pueblo entero de Sigüenza y viejos amigos de Guadalajara.

Finalmente, el Excmo. Ayuntamiento de Sigüenza, le concedió la Medalla de Plata y creó los Premios de Pintura "Fermín Santos", suyo fallo se celebra anualmente en la fecha de su nacimiento, y asimismo ordenó colocar una artística placa cerámica a la puerta de su estudio en la calle de San Roque con su efigie, que reza así: "Aquí pintó Fermín Santos, 1909-1997, "sus pinceles recrearon Sigüenza".


NOTA: Párrafos del artículo publicado en la Actas de VI Encuentro de Historiadores del Valle del Henares.  Alcalá de Henares, 1998, pp. 747-763. Extraído de la Fundación Martinez Gómez-Gordo.

FERMÍN SANTOS: EL PINTOR ALCARREÑO DEL SIGLO XX - 1997



No por esperada ha sido menos dolorosa la pérdida de nuestro entrañable amigo D. Fermín Santos Alcalde -nacido en 1909 en la alcarreña Gualda- Hijo Adoptivo, Cronista Artístico e Insignia de Oro de la ciudad de Guadalajara y Socio de Honor de nuestra Asociación Cultural de Amigos de Sigüenza y su Centro de Estudios Seguntinos, entre otras distinciones (...).
Era D. Fermín en lo físico, menudo y enjuto de carnes, y en lo anímico, hombre contemplativo, de parca comunicación, atento y cortés en extremo: humilde y ajeno a las vanaglorias, -porque deseaba ser gorrión antes que cigarra-, pese a ser un gran pintor incluido entre los Cien mejores de la España actual e Ilustrísimo señor, como Hijo Adoptivo de la ciudad de Sigüenza y Abeja de Oro por la provincia; amante de su familia a la que mantuvo junto a él como padre y maestro; por eso irreverentemente, le describí algún día, con todo efecto, que tenía "planta de banderillero y ademanes de fraile limosnero".

Le vimos a lo largo de los años, pintando en las callejuelas de las Travesaña, o tomando apuntes en los interiores de nuestra catedral, o gozando extasiado entre los olmos -ya perdidos- de nuestra Alameda, contemplando los cambiantes colores que marcaban el paso de las estaciones, con una carpeta de apuntes bajo el brazo, o con un libro de bolsillo entre sus manos leyendo ensayos o tratados de Filosofía, y también, en los días soleados, pintando parsimoniosamente y en silencio en el zaguán de su estudio en la calle de San Roque, escuchando el susurro de la pequeña fuente de su patizuelo. Donde bajaban a beber los gorriones, sus amigos-, sintiendo la presencia de su amada compañera de por vida, Dª Tomasa -también pintora-, primera juzgadora de sus obras, "la mujer, la madre, la compañera, la colaboradora, la silenciosa y eficaz criatura" -como dijo Faraldo-, y teniendo a sus pies su vieja y fiel perrita "Esmeralda", que hasta su muerte parecía vigilar los cuadros expuestos al sol. Y le hemos visto, en fin cientos de horas, en el interior de su estudio, revestido de su viejo y pintarrajeado guardapolvos, rodeado de cuadros y de apuntes al escaso color de una estufa de butano que apenas caldeaba un par de grados la frialdad de aquella casona de comienzos del siglo XIX.

Durante muchos años le hemos admirado en los días emocionantes y alegres de las inauguraciones de sus Exposiciones, rodeados de seguntinos, veraneantes, y autoridades, de Guadalajara y Sigüenza. Era la Sala de exposiciones, en las fiestas veraniegas de San Roque, el punto de reunión anual de todos sus admiradores, que éramos muchos, y en estas fechas señaladas D. Fermín se revestía de severo traje de etiqueta y nos recibía con su habitual cortesía rodeado de toda su familia.
Duelen los recuerdos, por entrañables, y no tenemos más consuelo que pensar que nos sigue contemplando desde el cielo y que está mirándonos en silencio detrás de cada una de sus maravillosas obras, cada vez que las contemplamos con entrañable cariño agradeciéndoles su arte.
Una vez más, y quisiera Dios que la última, pido para su memoria que la ciudad de Sigüenza brinde una casona lo suficientemente amplia y digna para fundar "El Museo Fermín Santos". Ruego, además, a la Excma. Diputación Provincial -siempre atenta al desarrollo de las Artes-, que edite un gran "Libro de la pintura de Fermín Santos" con la copiosa documentación biográfica existente, libro que sin duda alguna dará prestigio a nuestra provincia.

NOTA: Párrafos del artículo publicado en Anales Seguntinos, Revista de la Asociación El Doncel de Amigos de Sigüenza, volumen V, t. 13, 1997, pp. 7-20.  Extraído de la Fundación Martinez Gómez-Gordo.

SIGÜENZA, ANTE LOS PINTORES "SANTOS" - 12/08/1983

La sala de exposiciones del Parador Nacional de Turismo "Castillo de Sigüenza", se viste de gala durante todo el mes de agosto para recibir al "Trío de color" de la familia Santos. Son tres exposiciones cada una de ellas con fuerte personalidad propia e inconfundibles, aunque nacidas de un mismo tronco, la del maestro Fermín, nuestro laureado "cronista artístico de la ciudad de Sigüenza", que dan brillantez y prestigio al bien ganado galardón de "ciudad del Doncel" y que merced a la habitual presencia del "Clan Santos", ha conseguido que el amor hacia la pintura en nuestra ciudad sea una feliz realidad, ya que en muy pocas casas seguntinas falta un cuadro o un dibujo de don Fermín o al menos de cualquier miembro de la familia Santos.
Don Fermín Santos, con su planta de banderillero y ademanes de fraile limosnero, como hace veinte años yo le descubrí, creo que con acierto, nos pide permiso con humildad franciscana para entrar en nuestros hogares por el ventanal siempre evocador y sugerente de sus cuadros costumbristas, o de sus bellos rincones seguntinos o sus interiores catedralicios. Con su paleta de negros, bermellones y amarillos, con chafarrinones blancos rutilo, en la calenturienta, fantástica y goyesca vorágine de su postura "post impresionista, memental", nos canta la vida misma que tiembla en los entresijos de nuestras piedras centenarias, con olor de mieses de pan llevar, tufillo de congrio rancio y sudarina de soles de siega, cuando no de vapores de vino y escabeche de besugo de sus rincones tabernarios.

En esta última exposición sus lunas de cara llena rielan hilos de plata sobre las tinieblas de sus piedras verdirrojas en competencia con los fogonazos de la luz de sodio de sus faroles. Don Fermín ha captado en fin el embrujo de las noches seguntinas con la nueva iluminación artística de la ciudad.

Su hijo Antonio Santos Viana, el "Viana" artístico, con sus acostumbrados fondos acrílicos y tierras ásperas y densas de primer plano, nos evoca las escenas pueblerinas, las labores del campo, las perspectivas sobrias y cuasi desérticas de las parameras ocres y rojas de nuestros campos. Es el notario de nuestro folklore, el anotador quisquilloso de nuestros espantapájaros, nuestros postes telegráficos, nuestros árboles centenarios -viejos olmos de plazas castellanas- de nuestros pastores, que con aire de pétreos fósiles hacen guardia junto a nuestros caminos, con la sola compañía casi humana del pequeño perro y su corto rebaño de ovejas...

Su hijo Raúl, el meticuloso dibujante a pincel de nuestros evocadores rincones, buscando siempre la perfección de su pintura realista, tanto que apenas le falta un adarme para ser hiperrealista; pintura amable, en fin, para tener enfrente a sí en la larga contemplación invernal de la sala de estar, junto al televisor, cuando a la intemperie rondan los "bajo cero" y uno se hace hogareño...
Sigüenza, la eterna y sin par Sigüenza está enraizada en el corazón del clan Santos, y se remoza una vez más este año con sus fiestas veraniegas, al amparo de San Roque y la maternal mirada de su Santísima Virgen de la Mayor, para ser pintada con pinceles amantísimos por esta familia de pintores que bien merecen el aplauso de todos los seguntinos y de los amantes de la ciudad.


NOTA: Artículo publicado en el Semanario Nueva Alcarria, el 12 de agosto de 1983. Extraído de la Fundación Martinez Gómez-Gordo.

NUESTRO FERMÍN SANTOS - 5/2/1975 MARTÍNEZ GÓMEZ-GORDO

En los dieciséis años que llevo juzgando la obra artística de Fermín Santos, pasan de diez los artículos dedicados a su arte pictórico, y la frase elogiosa o el juicio admirativo han ido en crescendo. Señalé sus diversas facetas pictóricas con un brusco cambio de paleta, considerándolo como médico al fin que soy, como efectos de su constitución ciclotímica, con sus profundos vaivenes de humor, para cambiar del franco y vivo colorido al más tétrico y oscuro tema y colorido pardo osecuro, goyesco. Y para mi asombro, me entero por sus declaraciones que no es cambio de humor, fase maniaca o fase depresiva, como ya lo había enjuiciado, sino la más pura expresión de su verdadera libertad pictórica; una vez que no ha de depender por necesidades económicas de la petición del mercado.

Fermín Santos pinta, ahora sí, cambiando rotundamente de paleta, como una expresión de juvenil rebeldía, porque, digámoslo sin ambages, le da la real gana. Bendito libertinaje artístico que en Fermín Santos ha logrado, con su costosa madurez, una serie de obras de elevado valor estético... inquietantes, exuberantes en mensaje, sugerentes...pero que, en contrapartida, para quienes veníamos con nuestros escasos ahorros adquiriendo año tras año sus cuadros, se han elevado a unos precios de fábula, que hace unos años eran poco menos que incomprensibles.

También estamos asistiendo a un fenómeno social en el mundillo del Arte que, aunque nos llena de satisfacción, nos duele en el corazón, porque nos roban, en nuestra propia cara, un hijo ilustre. El crítico y maestro Campoy, junto con otros críticos madrileños, han dado por llamarle "el pintor de Madrid". Señores, un poco de seriedad. ¡Yo sólo les admito, en buena lid, que le llamen el "pintor de Castilla"; porque sólo de esta manera podríamos incluir en la calificación su eterno tema alcarreño, sus tierras de Guadalajara, tierras entrañables que le vieron nacer, crecer, madurar en su caballete volante, durante más de medio siglo. Y, apurándolo más, le llamaría "pintor de la Ciudad del Doncel"; porque, en verdad, no ha habido nadie que haya pintado más rincones, más fachadas, más perspectivas de Sigüenza que el propio Fermín Santos. No en vano, he pedido ya varias veces para él al Ayuntamiento que se le conceda el nombramiento oficial de Cronista artístico de Sigüenza, y que espero sea en breve una realidad.

Sin él, las fiestas de verano en honor a San Roque, ya lo he dicho mil veces, no tendría colorido. La inauguración anual de su Exposición, cada día más ambiciosa, es como el primer cohete de las fiestas de San Fermín en Pamplona. Para él se reserva con todo derecho, año tras año, la semana grande del Arte en la permanente exposición de arte de la época veraniega seguntina. El, con su menudo cuerpo de banderillero y sus modales de fraile limosnero, llena todo el amplio salón medieval del antiguo Ayuntamiento del señorío de la mitra seguntina, que un día pisara un cardenal Mendoza, un Cisneros o un artista de la talla de Vandoma, a quien nadie tiene que envidiar.

Nos entristece mucho que nos lo arranquen de nuestras manos, que le llamen "el pintor de Madrid", que se cotice por tan alto que no podamos ya tener más cuadros de él prestigiando nuestras paredes, que le llamen "el nuevo Solana" o "el nuevo Goya"...; porque para nosotros, aún orgullosos de todos sus éxitos, sólo queremos que siga siendo por muchos años "nuestro Fermín Santos".



NOTA: Artículo publicado en el Semanario Pueblo, el 5 de febrero de 1975, en la sección "Firmas 75. Extraído de la Fundación Martinez Gómez-Gordo.

FERMÍN SANTOS Y SIGÜENZA - 17/08/1974 MARTÍNEZ GÓMEZ-GORDO



No había nacido apenas los jóvenes de la generación actual, cuando Fermín Santos asomó su estampa de banderillero por tierras de Sigüenza de manos de aquel buhonero de artistas, poeta y escritor, Alfredo (para el mundo, Dr. Juderías), que le fue señalando uno a uno todos los rincones de la ciudad medieval y episcopal que andando el tiempo llegó a conocerse mundialmente como la Ciudad del Doncel.

Entre ambos, en armoniosa simbiosis, fueron bautizando a su capricho y sugerencia casa esquinazo, cada portezuela o cada parra de la entonces mal empedrada ciudad, aún con carros de mulas y sin automóviles. Escribió entonces Alfredo su "Elogio y nostalgia de Sigüenza", y se sirvió de los óleos de Fermín para su adorno. Más tarde, Fermín Santos haría al revés, al dibujar las hermosas viñetas solicitadas por Gerardo Relaño para un extenso reportaje seguntino en "España", editado en Milán, para Italia y bajo la firma de Hidalgo Nieto, en donde se recorría la ciudad en manos de Alfredo, con los palillos -su arma de dibujo- de nuestro Fermín.

Años más tarde, aquel Fermín menudo y enjuto, cual el "medio fraile" de San Juan de la Cruz, ceremoniosos y cortés -gesto afable y sencillo-, con una permanente sonrisita en sus labios y quien sabe si un guiño picaresco en sus ojuelos, alargando siempre una mano fina y huesuda, tan perfilada como la del "Caballero de la mano en el pecho" de El Greco, se nos convierte apenas sin sentirlo en don Fermín, por obra y gracia de esa Abeja de Oro, que lleva permanentemente en su solapa, merecido homenaje de la Alcarria, cuando de la mano de José de Juan le fue sacando a los vientos cálidos y sorprendentemente multicolores de la Prensa provincial, y empapándose en su quehacer artístico y creativo le va conociendo, le va amado entrañablemente y le va llevando de la mano hacia el pináculo de la notoriedad y de la fama.

Aquel Fermín de óleo multicolor y desgarrado, con paredones medievales chorreando bermellones y esquinazos duros; de negros inexistentes o de blancos que no tuvieron más realidad que la fiebre calenturienta de su imaginación, va a trocarse en el Fermín actual, suavizado por obra de la creación de sus hijos, Antonio y Raúl, empapados de grises o suaves ocres, que con el trascurrir de los años, de ser sus dos alumnos preferidos pasan a ser, aun sin desearlo, sus dos guías, sus dos críticos, sus dos profesores más estimables.

Y he aquí la sorpresa: en una primera fase, don Fermín suaviza su paleta; Sigüenza en sus pinturas se derrite en mieles, saca sus piedras rojiverdes orteguianas a la luz velazqueña de su cielo de incomparable pureza y surgen cuadros, con un torrente de luz y de alegría, amapolas y mariposas con fondos de torreones; bodegones con fondos de esta ciudad encantada que solo vive para acunar al Doncel, como en un sueño exaltado de poeta enamorado que todo lo confunde con su amada, -desquiciada inquietud amorosa- la calificó José de Juan antes de abandonarnos.

Pero en otra faceta, casi surrealista, que le hace dar riendas suelta, ya con entera libertad artísticas y sobre todo -por qué no- económica, a toda su fantasía de pintor maduro, que rompe con todos los moldes existentes, como en su día hizo un Picasso, e intenta plasmar en el lienzo y en lo que no es el lienzo, todo el mundo de Aquelarre que bulle en su fantástica imaginación creadora, portentosa y volcánica. Dibuja, dibuja y dibuja...con vocación y sabiduría.

Conocemos entonces a un Fermín, perdón, don Fermín, que lleva los lapiceros a manojos, como convertido en un palillero viviente, cuya actividad permanente le lleva a dibujar sin descanso. Si pintó miles de óleos, dibujó millones de apuntes. Dibuja rincones bellísimos de esta tierra incomparable; perfila tipos estrafalarios y por ello más humanos, que nos rodean y apenas sentimos. Sus apuntes, como su retina inquisitiva, no tienen fin; son inagotables; realmente, como su obra, son eternos.



Nota: Artículo publicado por Martínez Gómez-Gordo en el Semanario Pueblo, el 17 de agosto de 1974. Todos los artículos que hemos elegido para la ocasión, se conservan, al igual que cientos de documentos sobre Fermín Santos y sus hijos, en el archivo de la Fundación Martínez Gómez Gordo.